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Es conocido dentro de la academia que cuando se redacta un artículo científico se deja una sección especial para los agradecimientos. En esta sección se agradece a quienes participaron indirectamente de la investigación y también a las instituciones que han financiado la investigación (prociencia, cienciactiva, innovate perú, ministerios, etc). El financiar la investigación implica que el dinero se destina a salarios de tesistas, equipamiento, publicaciones, suministros, etc, pero de ninguna manera genera coautoría.

¿Por qué es importante clarificarlo?

Aprovechando que nuestro sistema de ciencia, tecnología e innovación (CTI) se encuentra en implementación, algunos docentes universitarios, pseudo-investigadores y algunas universidades habrían normalizado prácticas poco o nada éticas, sin pensar en las consecuencias a futuro y mostrando mucha ignorancia en la importancia de fomentar la ciencia y desarrollos tecnológicos en nuestro país de manera correcta.

Según lo difundido esta semana (Reportaje Punto Final), varios investigadores peruanos habrían incurrido en la compra de autorías en papers y libros. Las justificaciones para aparecer en artículos de temas que no son los suyos y con coautores de África, Asia y Oceanía (especialmente en países cómo Iraq, Grecia, Pakistán, etc.) son de las más variadas, desde el tan conocido “Yo no sabía, no me dijeron”, pasando por un tímido “mi jefe me dijo que incluiría a otras personas”, llegando al emotivo y filantrópico “he financiado la investigación, por eso soy co-autor”, de terror. Estas personas buscan justificar lo injustificable. Hay que resaltar que los bonos económicos por publicación (MINEDU) superan el costo que pagan estos pseudo investigadores para comprar la coautoría, las matemáticas no mienten.

A continuación dos cuadros que muestran con que países publican más nuestras universidades, fuente: https://x.com/MaytaTristan/status/1718609006548111436?s=20. Evidencias sobran.

Figura. “¿Con qué países han colaborado más las universidades públicas el 2022 y 2023 en publicaciones en Scopus? Se resalta la colaboración con países de oriente: India, Pakistán, Arabia Saudita, Egipto, Irán e Iraq”. Fuente: https://x.com/MaytaTristan/status/1718609006548111436?s=20

Siguiendo esta lógica perversa, los investigadores tendrían también la justificación para vender coautorías y recuperar el dinero invertido en la investigación, y los compradores dirán que han financiado la investigación y merecen ser incluídos como coautores. Un círculo vicioso donde el único perjudicado es el sistema de CTI en universidades e institutos de investigación. ¿Qué ejemplo están dando estos pseudo investigadores a las nuevas generaciones?

Pero esto sucede también a nivel institucional. Es conocido que universidades peruanas han pagado (y siguen pagando) a investigadores radicados en el extranjero para que incluyan la afiliación de la universidad peruana en las publicaciones. Los investigadores visitantes que pasan períodos haciendo investigación en universidades del mundo tienen bien en claro que la coautoría se gana con trabajo y transmisión de conocimientos.

Si conocemos casos de oferta de bonos económicos a investigadores (o de una oficina temporal, de insumos para realizar algunos experimentos) a cambio de que coloque como afiliación institucional a la universidad peruana en las investigaciones realizadas fuera del Perú, esto es definitivamente una compra de coautoría. Una institución es cómplice cuando paga para obtener publicaciones realidas fuera de ella y cuando se hace de la vista gorda con sus docentes RENACYT que pagan por autorías. La justificacion “pagamos a investigadores para que investiguen tranquilos y así nos colocan en el artículo” es igualemente inmoral. Si somos testigos de estas prácticas debemos visibilizarlas.

Si nosotros, los miembros de la academia que conocemos cómo funcionan los ecosistemas de CTI nos quedamos con los brazos cruzados, dejaremos el futuro de la CTI a merced de estas mafias. Estas seguirán reproduciéndose e infectando el sistema, no tendremos ninguna oportunidad de ser un país desarrollado en base a una fuerte inversión CTI y educación. Visibilizemos las malas prácticas, por los canales correspondientes.

Aprovechamos este artículo de opinión para pedirle a CONCYTEC, MINEDU, y a las oficinas de integridad científica ya establecidas en algunas universidades, realizar conversatorios alrededor de estos temas para sensibilizar a la comunidad universitaria.

No tengamos miedo de hacer lo correcto, no seamos cómplices.

Nahuel Monteblanco, PhD